En 2010 entré a la colonia Las Margaritas, en Soyapango. Para poder hacerlo tuve que darle $5.00 a pandilleros que tenían control en la calle de acceso a la colonia. Uno de ellos me hizo parada y me preguntó hacia donde iba y la dirección de la persona o familia que iba a visitar. Iba en mi vehículo en calidad de periodista, pues tenía conocimiento que las pandillas extorsionaban a quienes se atrevían a entrar a la colonia.

Hice las respectivas entrevistas y finalmente llegué al puesto provisional de la Policía Nacional Civil (PNC), cuyo jefe de turno me negó que los pandilleros tuvieran control en la colonia, incluso negó que le cobraran extorsión a quienes ingresaban. Tres horas después cuando iba a retirarme, dos pandilleros me hicieron alto y uno de ellos me advirtió que me habían visto estacionado frente al local de la PNC, por lo que tenía que entregarles $20.00 o me quitaban el carro. Mi respuesta fue que estuve estacionado en el lugar, porque cerca vivía el pariente que visitaba. Les entregué los $20.00 y me retiré de inmediato. Jamás volví a visitar dicho lugar hasta el fin de semana pasado.

Publiqué el reportaje y un subinspector policial me visitó para desmentir la información, asegurando que los pandilleros no tenían el control en la colonia, muchos menos el control en los accesos, pero cuando le mostré las fotos de las paredes manchadas por las maras y los audios de los pobladores y de los pandilleros exigiéndome el dinero para dejarme salir, me responsabilizó por su suerte, en el sentido que lo podrían trasladar hacia un lugar lejano.

La tarde-noche del sábado pasado fui a la colonia Las Margaritas a visitar a un excompañero de trabajo enfermo. Gratamente las paredes ya no están afeados por los grafitis pandilleriles y los vecinos, especialmente los pequeños comerciantes ya no son objeto de extorsión. “Todos los pandilleros están presos, ahora son las 11:00 de la noche y los niños y jóvenes pueden estar jugando en las calles” me dijo un poblador quien destaca que antes eran $50.00 quincenales los que entregaba a los pandilleros.

Otro vecino me contó que hace años los pandilleros entregaban a policías corruptos parte de lo que exigían a la población y sus visitantes. “Casi frente a los policías asaltaban, amenazaban y extorsionaban, los pandilleros hacían y deshacían a su antojo”, pero cuando entró el Régimen de Excepción a los malos policías ya los habían trasladado y a todos los mareros los metieron presos, lo malo es que también se llevaron a la cárcel a personas inocentes”, me dijo un anciano a quien las pandillas le exigían $20.00 semanales por permitirle trabajar en un pequeño taller.

Algunos pobladores afirman sentirse seguros y agradecidos con las autoridades porque hicieron una “limpieza” de pandillas. “Ahora sentimos que vivimos con seguridad y en paz, la PNC y el ejército patrullan a cada instante” y eso nos da garantías para movilizarnos a toda hora”, dice una joven universitaria que recuerda su niñez y adolescencia cargada de temor por el accionar de las pandillas que se movilizaban armadas a toda hora y en toda forma de transporte.

Hay que reconocer que el Régimen de Excepción ha llevado tranquilidad a la mayor parte del territorio nacional. Colonias que antes estaban literalmente controladas y secuestradas por las maras, hoy respiran aire de paz y tranquilidad, por ejemplo Los Ángeles en Apopa, la 10 de Octubre en San Marcos, la Majucla en Cuscatancingo y otras  comunidades, antes, que vivían bajo el acecho y la zozobra generada por las pandillas, ahora son sitios donde las personas viven relativamente en paz.

En la comunidad 22 de Abril, en Soyapango, hasta antes de la entrada en vigor del Régimen de Excepción, ni la PNC entraba por temor a los pandilleros, pero ahora ya se puede caminar entre sus estrechos pasajes. Ha vuelto la libre movilidad, la gente sale y entra con tranquilidad, aunque de vez en cuando ocurre un hecho delictivo.

En general la población vive tranquila sabiendo que los pandilleros están  presos o escondidos sin margen de actuación, aunque el reclamo suele ser por los inocentes que guardan prisión injustamente. Hay muchos que fueron apresados y que hasta ahora yacen en las cárceles.  El sistema judicial, con la premura del caso, debe revisar estos casos y dejar en libertad a los que siendo inocentes están siendo víctimas de los daños colaterales.

Ningún buen salvadoreño debe estar molesto o reclamar por los pandilleros presos, pero si exigir que todo inocente goce de libertad. Todos, o la mayoría, somos los beneficiados directos de la dureza contra las pandillas y no reconocerlo sería ingrato y hasta inmoral, pero también tenemos que abogar por los inocentes, que  al igual que el resto de salvadoreños deben gozar de la libertad.

Como me dijo el vecino de Las Margaritas: “Es  bueno que las autoridades se lleven presos a los pandilleros, porque eso nos ha dado paz y tranquilidad, pero lo malo es que también ese han llevado a gente inocente”, lo que seguramente genera angustias en los parientes suyos.

En definitiva, en materia de seguridad El Salvador vive sus mejores momentos. Con Régimen o sin Régimen no hay que darles tregua a las pandillas, pero también hay que apostarle a políticas de prevención y estimulación para evitar su renacimiento.

 

*Jaime Ulises Marinero es periodista.