Iniciamos el mes de la patria, nuestro país de viste de azul y blanco, pero existe otro evento que no debe pasar desapercibido y es que el próximo 3 de septiembre se conmemora y celebra en nuestro país el Día Nacional de la Mediación. Esta fecha, lejos de ser un mero formalismo, debe ser entendida como la ratificación de un compromiso con un futuro en el que la resolución de conflictos no dependa exclusivamente de la coerción, sino de la comprensión mutua y la voluntad de construir la paz.
Desde una perspectiva criminológica, la mediación es mucho más que una herramienta jurídica: es una piedra angular del control social informal, una estrategia que nos permite intervenir en la raíz de la violencia y fomentar una cultura de sana convivencia. Desde esta columna por años he sido promotor de la mediación y de la relevancia para nuestro país de resolver diferencias y evitar la escalada de conflictos activando la mediación.
Tradicionalmente, la criminología se ha centrado en el estudio del delito y en las respuestas formales del Estado, como la policía, los tribunales y las prisiones. Sin embargo, para un país como El Salvador, que ha transitado por décadas de conflicto y violencia, esta visión resulta insuficiente. La mediación, promovida como un proyecto emblemático por la Procuraduría General de la República, y de manera muy especial durante la gestión del señor procurador René Gustavo Escobar con su equipo de trabajo especializado a nivel nacional, representa un cambio de paradigma crucial. Nos invita a pasar de un modelo reactivo a uno proactivo, donde se empodera a las comunidades y a los ciudadanos para que resuelvan sus disputas y conflictos de manera pacífica y constructiva, antes de que escalen a actos delictivos.
La relevancia de este enfoque es doble. En primer lugar, la mediación actúa como una forma de criminología preventiva. Muchos delitos, desde agresiones, lesiones menores hasta disputas territoriales, de patrimonio, y otras situaciones de posibles delitos menores tienen su origen en conflictos interpersonales no resueltos, tensiones vecinales o problemas familiares que se han ido acumulando. Al ofrecer un espacio neutral y confidencial para el diálogo, la mediación permite a las partes expresar sus emociones y encontrar soluciones personalizadas, restaurando los lazos sociales y evitando que la escalada de violencia desemboque en un hecho criminal.
En segundo lugar, la mediación fomenta una cultura de paz y sana convivencia. Este es un concepto clave que trasciende la simple ausencia de guerra. La cultura de paz se construye sobre el respeto, el diálogo y la justicia. El proyecto de mediación de la Procuraduría General de la República no solo resuelve casos, sino que también siembra en la población la semilla del entendimiento y la empatía. Al participar en un proceso de mediación, los ciudadanos aprenden a escuchar, a ceder y a responsabilizarse de sus actos, habilidades que son vitales para una convivencia armoniosa y que tienen un impacto positivo en la cohesión social.
En conclusión, la conmemoración del Día Nacional de la Mediación es un recordatorio de que la seguridad de un país no se mide solo por la disminución de las tasas de homicidio, o de los delitos en general, sino por la capacidad de sus ciudadanos para vivir sin miedo, en un entorno donde los conflictos se resuelven de forma pacífica.
La mediación, como un pilar fundamental del control social informal, es una inversión en el tejido social del país. Es un camino hacia la justicia restaurativa y hacia un El Salvador donde la paz no es un ideal distante, sino una práctica cotidiana. Y para ellos contamos con adultos significativos en todo el país que se continúan formando, capacitando, adiestrado en mediación por medio de la PGR llevando una cultura de paz a todo el país.
*Ricardo Sosa es Doctor y máster en Criminología
@jricardososa