San Salvador, El Salvador, martes 14 de octubre del 2025L VII aniversario de la canonización del máximo defensor de nuestro pueblo: san Romero de América

“No era procuradora cuando publiqué esa foto, lamento tu falta de objetividad; pero si alguna vez me necesitas, no dudes en buscarme”. Esta “aclaración” y queja, licenciada Raquel Caballero de Guevara, usted me la mandó el viernes 10 de octubre recién pasado mientras aspira a ser ‒por tercera ocasión‒ titular de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos. Así reaccionó a lo que expresé al pie de dicha gráfica que difundió, en una “red social”, dos días antes. “¡Di no al turismo del oficialismo!”, escribí. Además me mandó copia de la misma, con la fecha cuando fue tomada: 23 de julio del 2022. Menos de tres meses antes, pues, de que se reenganchara en el cargo con los votos de la “borregada” cian y sus comparsas en una Asamblea Legislativa patética. Mi acotación la divulgué abiertamente; su réplica fue en privado.

Hoy reconozco el error cometido y le ofrezco una disculpa. Eso sí, permítame señalar algo: mi imprecisión tiene que ver con un asunto de temporalidad, no de objetividad como usted asegura. Cuando posó para la cámara en ese momento, no la habían reelegido aún para que ‒hablando del “deber ser”‒ velara por el respeto y la garantía de nuestros derechos, investigara de oficio o por denuncia recibida casos en los que hubiesen sido violentados, asistiera a presuntas víctimas, promoviera recursos judiciales o administrativos para proteger dichos derechos, y vigilara la situación de las personas privadas de libertad. De las catorce que aparecen enlistadas en el artículo 194 constitucional, esas son las primeras cinco funciones que debió cumplir durante sus dos períodos en el puesto: del 2016 al 2019 y del 2022 hasta estos días. Considerando únicamente esas, no pasa el examen.

Pero si vamos a hablar de objetividad, antes que nada aclaremos de qué se trata. Tiene que ver con lo real, con lo que puede verificarse; su contrario es la subjetividad cuya “base” está relacionada con lo que alguien cree, siente u opina. En la defensa y protección de los derechos humanos, la primera es esencial. Por ello, siendo Comisionado Nacional nombrado para ello en su país, nuestro querido Leo Valladares tituló así el célebre informe preliminar que publicó sobre personas desaparecidas en Honduras entre 1980 y 1993: “Los hechos hablan por sí mismos”. Ni más ni menos.

Y en el caso de su permanencia al frente de la que debiera ser una real defensoría del pueblo, tanto durante la administración anterior como en la que está por finalizar,  destacan ciertos hechos censurables que reclaman su contundente aclaración para pensar en usted como alguien del todo solvente para continuar al frente de dicha entidad, nacida del sacrificio del pueblo salvadoreño desde antes de la guerra y durante la misma. No son los únicos reprochables, pero se encuentran entre los más destacados.

Le recordaré primero que el Tribunal de Ética Gubernamental la condenó, en diciembre del 2018, por nepotismo en el ejercicio de su mandato inicial. Durante una entrevista televisiva realizada en enero del siguiente año, cuando fue interrogada al respecto su respuesta fue evasiva y agresiva; sin respaldo, sostuvo que eso era parte de una “agenda oscura” y habló de “amenazas a muerte” provenientes del “crimen organizado”, pero aseguró que no se iba a “doblegar” ante este. Sin embargo, a la fecha, que yo sepa nadie ha atentado contra su integridad física o la de alguien perteneciente a su entorno más cercano. Antes, en enero del 2018, despidió a Mirna del Carmen Rojas Márquez; pese a que el Tribunal del Servicio Civil ordenó en abril del 2019 su restitución, usted no acató tal decisión y la víctima falleció en mayo.

Con actitud desafiante y altanera se “defendió” como “gata panza arriba”, al ser interrogada recientemente en la comisión legislativa sobre su viajadera y la reserva de esa información. Ni hablar de su apología sobre el “bukelato”; por cierto, antes de este nunca se perpetraron “más de tres mil asesinatos” mensuales como indicó en su tan descompuesta defensa. A su nefasta gestión frente al absolutismo gobernante se suman jerarcas eclesiales timoratos, partidos anodinos, academia silenciada o silenciosa, organización social precaria y una población mayoritariamente mansa o miedosa. Habrá, pues, que defender los derechos humanos como en tiempos de Romero.

Francamente indignado,

Benjamín Cuéllar Martínez

Posdata: ¡Cuidado con su principal rival!

Nota del autor al miércoles 15 de octubre el año en curso: con su nuevo reenganche,  esta “carta abierta” ‒difundida antes de que la renombraran por tres años más‒ confirma la certeza de mi llamado final formulado.