Los activos digitales no son una moda pasajera ni un tema exclusivo para expertos en tecnología o finanzas. Son, en realidad, la llave que abre las puertas del sistema financiero global a millones de personas que, durante décadas, quedaron al margen. Representan una oportunidad para generar ingresos, proteger el patrimonio y participar en la economía mundial, incluso para quienes antes ni siquiera podían abrir una cuenta bancaria.

Durante mucho tiempo, el sistema financiero tradicional funcionó como un club cerrado. Para entrar había que cumplir con una lista de requisitos: historial crediticio impecable, comprobantes de ingresos, avales, documentos en regla… y, por supuesto, una cantidad de dinero mínima para poder participar. A esto se sumaban trámites engorrosos, tiempos de espera largos y comisiones elevadas.

El resultado: millones de personas en todo el mundo quedaron fuera del juego. No podían acceder a créditos, invertir o enviar dinero de manera eficiente. Participar plenamente en la economía global era un privilegio reservado para quienes tenían las conexiones correctas y el capital suficiente.

Con la llegada de los activos digitales – que incluyen desde criptomonedas como Bitcoin y Ethereum, hasta stablecoins y tokens vinculados a proyectos específicos -, esta historia comenzó a cambiar. Estas herramientas no solo permiten enviar o recibir dinero; están diseñadas para abrir oportunidades económicas y financieras a escala global.

Imaginemos a un pequeño emprendedor que fabrica artesanías en Centroamérica. Antes, vender sus productos a un cliente en Europa implicaba esperar días para recibir el pago, pagar comisiones elevadas y lidiar con papeleo bancario. Con los activos digitales, ese pago puede llegar en cuestión de segundos y con comisiones mínimas. O pensemos en una familia que depende de las remesas que envían sus parientes desde Estados Unidos. Con los métodos tradicionales, parte de ese dinero se pierde en comisiones y conversiones de moneda. Hoy, gracias a las stablecoins, pueden recibir el monto completo, de forma instantánea y segura.

Los activos digitales actúan como un puente entre las personas y el sistema financiero global. No se trata solo de mover dinero; se trata de abrir el acceso a un ecosistema donde cualquier persona, sin importar su ubicación geográfica o nivel socioeconómico, pueda participar.

Por ejemplo:

  • Un agricultor en una zona rural puede acceder a microcréditos internacionales sin pasar por un banco local.
  • Un estudiante puede recibir becas o apoyos económicos directamente desde otro país.
  • Un inversionista particular puede participar en proyectos inmobiliarios, energéticos o tecnológicos en cualquier parte del mundo con una fracción del capital que antes era necesario.

Esta democratización no es solo un avance tecnológico; es un cambio estructural. Significa bancarizar al no bancarizado, ofrecer alternativas reales a quienes fueron invisibles para el sistema financiero y conectar a comunidades enteras con oportunidades que antes eran impensables.

Este cambio llega en un momento crucial. La inteligencia artificial y la automatización están transformando industrias completas y poniendo en riesgo millones de empleos tradicionales. Tareas que antes requerían horas de trabajo humano ahora pueden ser realizadas en segundos por un algoritmo. En este contexto, los activos digitales ofrecen una vía para adaptarse a la nueva realidad:

  • Permiten diversificar ingresos participando en la economía digital global.
  • Abren el acceso a mercados y clientes en cualquier parte del mundo.
  • Facilitan proteger el patrimonio contra la inflación o la inestabilidad económica local.

Toda innovación trae retos. En este caso, los principales son la educación y la confianza. Muchas personas desconfían porque asocian este mundo con estafas o especulación extrema. Y es cierto: hay riesgos y actores malintencionados. La clave está en informarse, elegir plataformas seguras y entender lo básico antes de invertir o usar estos activos. Así como nadie abriría una cuenta bancaria sin leer el contrato, tampoco debería ingresar al mundo digital sin conocer sus reglas.

En mi trabajo, lo que más satisfacción me ha dado es ayudar a personas y empresas a descubrir que pueden participar activamente en este nuevo mundo. No necesitan ser expertos en Wall Street ni pertenecer a una élite financiera para invertir, ahorrar o expandir sus negocios globalmente. Ver cómo alguien en una zona rural puede recibir pagos internacionales con facilidad o cómo un joven convierte sus habilidades digitales en ingresos reales gracias a estas herramientas, es un recordatorio del enorme potencial que tenemos como país.

Y aquí dejo una idea que me gusta repetir: El Salvador no tiene que parecerse a Singapur, ni a Suiza, ni a nadie más. Debemos construir nuestra mejor versión. Tenemos la ventaja de contar con un marco legal que nos ha puesto en el mapa, pero sobre todo tenemos el talento y la creatividad de nuestra gente. Si logramos combinar estas, los activos digitales pueden convertirse en el gran motor de nuestra transformación económica.